¿La gasolina da razón a AMLO?
Estamos parados en 2021. En estos días, el mercado apunta justamente hacia donde advirtió el presidente desde hace tiempo. Con tantos asuntos cambiando, no es posible ya asegurar que algo ocurrirá, pero definitivamente los ya elevados precios de la gasolina, apuntan ahora al cielo, para el año entrante y hacia el futuro. Las inversiones en refinación empujadas por Andrés Manuel López Obrador y su secretaria de Energía, Rocío Nahle, podrían detener al menos una parte de ese impacto mundial, en beneficio de los automovilistas nacionales, si deciden bajar precios cuando lo nuevo opere. ¿Deben celebrar esa anticipación? Primero hay que revisar el contexto. La gasolina está cara porque el petróleo subió rápidamente de precio. Lo anterior ocurrió cuando los conductores de todos los países regresaron a la calle después de los confinamientos pandémicos que vaciaron las calles. Al salir, ustedes pisaron el acelerador y demandaron derivados del crudo apresuradamente, por lo cual, los vendedores aumentaron tarifas en la bomba a niveles no vistos desde 2012 en Estados Unidos y nunca antes, en México. Es oferta y demanda. Hoy, más de la mitad del tanque nacional se llena con gasolina importada, particularmente de Estados Unidos. Allá la cosa no pinta bien para los consumidores. El mayor banco de ese país, JP Morgan, advirtió que el mundo puede ver precios de 125 dólares en 2022 y 150 dólares por barril de petróleo, en 2023. Andamos en 70 dólares. Advierten de tres circunstancias que en conjunto pueden desencadenar ese disparo que tendría repercusiones en todos los precios, empezando por la gasolina. Uno: la falla de los países miembros de la OPEP y sus aliados –entre los que se encuentra México– en alcanzar la demanda creciente de petróleo. Podrían quedarse cortos por 3 millones de barriles diarios en una demanda mundial superior a 90 millones por día. Dos: Que quienes controlan el dinero saquen la vuelta a las inversiones en petróleo, ante el temor de nuevas variantes de coronavirus o la creciente inclinación del mundo hacia las energías renovables. La transición energética, vaya. Y tres: La presente y creciente inflación en casi todos los países, que provocaría que el grueso del dinero global sea destinado a activos más seguros, para proteger portafolios del alza de precios, en detrimento de las riesgosas inversiones en extracción de crudo. Los más molestos son los empresarios estadounidenses, muchos de ellos con amigos republicanos, quienes señalan al presidente demócrata Joe Biden, como causante de la elevación en los precios del crudo y la gasolina. Abiertamente, un vocero de la poderosa US Chamber of Commerce acusa al mandatario estadounidense de desincentivar la producción nacional de petróleo al proponer entre otras cosas, una prohibición de extracción en tierras y aguas federales. Si algo huele a futura prohibición, difícilmente habrá quien ponga dinero en esos proyectos. El mismo Matt Letourneau, director de comunicación del Instituto de Energía de la citada cámara, lamenta que el gobierno recurra al uso de reservas estratégicas petroleras, diseñadas para tener en resguardo 90 días de consumo de combustibles en caso de catástrofes. Si bien la intención de la Casa Blanca al hacerlo es mostrar al mundo que tiene de dónde sacar hidrocarburos cuando lo necesita, los precios difícilmente se verán afectados, pues los miembros de la OPEP reducirán su producción y eso sí puede tener un efecto duradero, dice Letorneau en un artículo de la semana pasada. López Obrador no pudo predecir todos los acontecimientos que provocaron el alza del crudo y las gasolinas. Solo anticipó que los mexicanos, históricamente sensibles al precio de este combustible, agradecerán a quien se ocupe de mantenerlo estable. Posiblemente, con votos. El problema está en que el resultado de las inversiones actuales en Pemex alejan a México de una tendencia hacia la energía renovable y de un cambio hacia vehículos eléctricos de todas las marcas, mismos que claro, no llegarán al país si su gente sigue teniendo el actual nivel educativo y como consecuencia, de ingresos. Su creciente población en condición de pobreza puede limitar sus opciones al uso de coches paulatinamente obsoletos. Contener el precio de la gasolina suena lógico en esos términos. La duda está incluso en si a los mexicanos les alcanzarán sus nuevas inversiones para lograrlo. Más detalles serán abordados en esta columna.
Deja una respuesta
¿Quieres unirte a la discusión?¡Siéntete libre de contribuir!