La gasolina sube y el petróleo baja
La evolución del precio del petróleo concentra gran cantidad de titulares y de análisis por su teórica repercusión en el comportamiento de la inflación. Sin embargo, la evolución de los precios del diésel y la gasolina tienen una influencia muy superior sobre la inflación que el precio del petróleo, aunque concentre menos atención.
Ni los consumidores, ni las empresas industriales compran petróleo. Sólo lo compran las refinerías. La economía real no consume “crudo”, sino productos refinados como gasolina, diésel o jet-fuel en el caso de los aviones. El incremento del precio de los productos refinados (diésel y gasolina) desde la invasión de Ucrania ha sido mucho más elevado que el aumento del precio del petróleo. Mientras que el crudo Brent ha subido un 13%, el precio al consumidor del diésel se ha incrementado un 29% y el de la gasolina un 20%.
Puede llamar la atención que los precios actuales de la gasolina y el diésel en el surtidor sean más de un 40% superiores a los existentes en 2008 cuando el precio del barril de petróleo alcanzó los $140, un 20% por encima de los niveles actuales. Se debe a dos causas principales. Por un lado, el euro se ha depreciado un 33% desde entonces. Así, aunque el precio del barril de petróleo en dólares haya caído un 20%, en euros cada barril ahora es un 20% más caro que en 2008. Por otro lado, los márgenes de refino son actualmente más del doble de los existentes entonces. El tensionamiento de la oferta de productos refinados, especialmente diésel, es un problema global que no sólo afecta a Europa. Las reservas globales de diésel se encuentran en niveles mínimos a escala global. Así, las reservas de diésel en EE.UU. se sitúan en el mínimo nivel desde 2005, y en el caso de Europa en mínimos desde 2008. China ordenó hace dos meses a las refinerías estatales no exportar ni diésel, ni gasolina ante los temores de suministro a nivel global.
En Estados Unidos, los precios de la gasolina y el diésel han alcanzado el nivel más alto de la historia, con una subida del 47% en los últimos doce meses. Adicionalmente, ya se anuncian posibles desabastecimientos de diésel en el este del país.
De las importaciones de diésel de Europa, prácticamente la mitad provienen de Rusia, presentando alrededor del 15% del consumo de diésel europeo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que una parte relevante de diésel que no se importa procede de crudo ruso importado y refinado en refinerías europeas.
El tensionamiento global en el mercado de productos refinados del petróleo es incluso superior al existente en el propio mercado del crudo. Esto ha llevado a un incremento significativo de los márgenes de refino, que se han llegado a doblar. Los motivos para este incremento de los márgenes de refino son varios.
– Mientras que las reservas de diésel se encuentran en mínimos, la demanda ha aumentado significativamente después del parón debido a la pandemia. La demanda de diésel y de otros productos refinados del petróleo está muy vinculada al ciclo económico. Su uso se extiende desde el transporte de mercancías, a la industria, la agricultura y la minería. Una parte de este mayor consumo ha ido contra las reservas existentes, no contra nueva producción.
– Aunque países como EE.UU. han liberado parte de sus reservas estratégicas de petróleo para luchar contra los elevados precios, sólo en Europa se ha liberado una mínima cantidad de productos refinados.
– El gran problema reside en la capacidad actual de refino. Se estima que, sin contar China y Oriente Medio, la capacidad de destilado se ha reducido en más de 1,9 millones de barriles diarios desde finales de 2019. De nuevo, la regulación medioambiental, la presión sobre las empresas para convertirse en “verdes” y la irrupción de la pandemia, han hecho que numerosas refinerías hayan cerrado en Europa y EE.UU. en los dos últimos años. La nueva capacidad sólo proviene de China, pero para consumo interno.
– Posible embargo al petróleo y productos refinados rusos. Europa no sólo tiene el problema de buscar alternativas al petróleo ruso, sino también y más difícil todavía, encontrar capacidad de refino ociosa para poder importar desde otro destino el diésel y la gasolina que actualmente proceden de Rusia.
Observando los problemas de EE.UU. con los precios y disponibilidad de los carburantes, parece claro que Europa no va a tener fácil una transición hacia importaciones energéticas distintas de las rusas. Lamentablemente, la forma en la que previsiblemente acabarán bajando los precios de los carburantes será a través de una fuerte caída de la demanda.
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